Quizá los robots gobernadores, presidentes, primeros ministros, reyes, senadores, diputados, jueces, magistrados, y ministros serán absolutamente fríos al aplicar la ley y no distinguirán entre amigos y enemigos. Quizá, solo quizá...
Es que, ni hablar, eso sin duda podría ocurrir, pero de ninguna manera hay certeza de que así vayan a ser las cosas, ya que los robos podrían tener sentimientos que les lleven a favorecer a quienes consideren sus camaradas.
El hecho es que los robots todavía no gobiernan, así que los y las gobernantes actuales, en todo el mundo, a la hora de aplicar la ley o de negociar con base en su poder normalmente lo hacen en la lógica de la frase de Benito Juárez, desde luego después de asegurarse de que distinguen adecuadamente a las personas amigas de las enemigas.
Napoleón tenía una fórmula infalible para conocer a las verdaderas amistades: “Nunca sabrás quiénes son tus amigos, hasta que caigas en la desgracia”.
Donald Trump, cuando cayó en desgracia, esto es, cuando perdió las elecciones de 2020 frente a Joe Biden, supo que en México tenía un amigo verdadero, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se negó a reconocer la victoria del candidato demócrata. AMLO finalmente felicitó a Biden, pero más de 40 días después de que lo hicieran gobernantes de todo el mundo. Esos gestos, como el 2 de octubre, no se olvidan.
La anterior es una razón poderosa, pero no la más importante, que permite anticipar que se van frustrar Ciro Gómez Leyva, de Excélsior, y Raymundo Riva Palacio, de El Financiero. Los dos pronostican que el gobierno de Trump acusará a AMLO de nexos con el narco. Creo que ellos son ingenuos en este asunto. Un tipo tan pragmático como el presidente de Estados Unidos no convertirá en enemigo a un aliado probado, además sumamente popular en México.
Desde luego, hay otra razón, la verdaderamente relevante para pensar que se equivocan Ciro y Raymundo —es decir, que se trata solo de malos deseos de ambos columnistas—: Andrés Manuel es un hombre honesto al que jamás ha motivado el interés económico, que siempre es lo que está detrás de las alianzas entre gobernantes y capos de las mafias. A López Obrador no le interesan el dinero y los lujos, lo único que garantizan los narcos a los políticos.
Si Gómez Leya y Riva Palacio buscan un narcopresidente mexicano deberán acudir al distrito Chamberí, en Madrid. Ahí sugirió Ciro que vive Felipe Calderón. Lo dijo hace tiempo en su columna, cuando el columnista vivía en el exilio —en realidad se había tomado unas vacaciones largas, a las que ya volverá: él está, como yo, en edad de la jubilación—. Narró Gómez Leyva lo que le habían contado: que Calderón pasea “en los barrios de Trafalgar, Chamberí y Almagro; que por ahí vive, en un departamento muy pequeño, a juzgar por el edificio”.
Más detalles dio Carlos Alazraky, quien en sus vacaciones madrileñas tuvo “la suerte de desayunar con Calderón en Madrid”. Alazraky sí admitió que visitó al esposo de Margarita Zavala: “Lo vi, nadie me lo platicó: vive en un departamento en Chamberí, que es como Narvarte o la Roma”.
Ya está en la cárcel, en Estados Unidos, un narcopolítico importante, Genaro García Luna, jefe de las operaciones bélicas en la fallida guerra contra las drogas de Felipe Calderón. Lo lógico es que se investigue en aquel país por qué Calderón permitió a García Luna trabajar para el cártel de Sinaloa, esto es, si lo hizo por tonto o por cómplice. En cualquier caso Felipe merece un castigo ejemplar.