Según ha sido informado, derivado de los controles en la frontera egipcia, cientos de niños han muerto de inanición y enfermedades relacionadas con la malnutrición.
Hasta hace unos días, de acuerdo con el informe del responsable de Naciones Unidas, se temía que unos 14 mil bebés muriesen de hambre. Sin embargo, la propia organización ha refutado las cifras anunciadas por el funcionario.
En este contexto, los gobiernos del Reino Unido, Francia y Canadá han alzado la voz contra Israel, y por primera vez desde la partición de Palestina, han abordado la idea de reconocer a ese país como Estado soberano, en una suerte de rompimiento diplomático con Tel- Aviv.
A partir de ello, y tal vez motivado por otras fuentes de presión internacionales, Netanhayu ha ordenado la apertura de la frontera para un número limitado de vehículos, lo que resulta, a todas luces, insuficiente frente a la crisis humanitaria que se recrudece cada día.
Donald Trump, por su parte, más preocupado por su enriquecimiento personal, por continuar su querella con Harvard y por obtener el Nobel de la Paz que por lo que pueda ocurrir en cualquier región del mundo, no se ha sumado a la denuncia contra Netanhayu. Por el contrario, según se ha especulado, sus dichos en torno a la creación de un “resort” en la Franja de Gaza habrían envalentonado al primer ministro israelí para someter a los civiles palestinos a una política que representa lo más oscuro de la extrema derecha del sionismo político.
La Franja de Gaza es hoy un lugar de tristeza, angustia y desesperación inconmensurables. Hamas y Tel Aviv, por su parte, continúan con su frenética política dirigida a no ceder ni un centímetro de territorio o de cerrazón diplomática, en detrimento de la integridad de la población.