Ciudad de México.— La Península de Baja California se encuentra en movimiento constante: cada año se desplaza unos cuantos centímetros, alejándose poco a poco del territorio continental mexicano. Este fenómeno, originado por la dinámica de las placas tectónicas, transcurre de manera tan lenta que resulta imperceptible en la vida cotidiana, aunque es observado con atención por la comunidad científica. El proceso ocurre porque la península descansa sobre la Placa del Pacífico, que se separa de la Placa de Norteamérica. La velocidad de este distanciamiento es de entre cuatro y cinco centímetros por año y, a lo largo de millones de años, podría transformar a la península en una isla.
Sheinbaum asegura que ya se solucionó el desabasto de gasolina en el paísCae mujer que intentaba ingresar marihuana al Reclusorio Norte de la CDMX La causa principal de este desplazamiento está en la Falla de San Andrés y en el sistema de fallas que cruza el Golfo de California, límites naturales entre ambas placas. A medida que estas se deslizan, la península es arrastrada hacia el noroeste. De acuerdo con especialistas de la UNAM, este mismo sistema tectónico fue el que dio origen al Golfo de California hace alrededor de seis millones de años. Thierry Calmus, investigador del Instituto de Geología, explicó en 2017 que, además de impulsar la separación, este fenómeno es responsable de la intensa actividad sísmica que caracteriza a la región.
Los modelos geológicos estiman que, si la tendencia continúa, en millones de años la península se separará por completo y podría desplazarse hasta la altura de Alaska. Aunque el proceso es lento, los registros indican que desde el año 1500 la península se ha movido aproximadamente 24 metros, lo que confirma que la geografía del planeta está en constante transformación.
La principal consecuencia de este fenómeno es el alto riesgo sísmico. Tanto la Falla de San Andrés como las fracturas del Golfo de California tienen la capacidad de generar terremotos de gran magnitud. Con el paso del tiempo, la separación no solo modificará la línea costera y reducirá la extensión continental de México, sino que también transformará el ecosistema de la península, que evolucionará de manera distinta al quedar aislada del continente.
Por ello, instituciones como el Instituto de Geología de la UNAM realizan un seguimiento permanente de este fenómeno, con el propósito de comprender mejor su evolución y prevenir riesgos.
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Foto: IA
djs
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